22:00 hrs. Santiago de Chile, estación de metro Pajaritos. Línea 1 de metro.
Me había titulado el día anterior. Dos horas antes estaba en mi casa en pijama, ordenando los desastres de la celebración, hasta que me llamaron para preguntarme si quería ayudar en la filmación de un largometraje. Acepté, por su puesto. Sin entender mucho cómo ocurría este salto, en lo que sería mi primer día de cesantía oficial.
El metro es la única forma que conozco para movilizarme en la capital, así que me aseguro de alcanzar a tomarlo y me bajo en la estación más apartada de la ciudad, para abordar el último tren.
Para mi desgracia, al bajarme y tratar de ingresar, el guardia me detiene y me hace escuchar un aviso por altoparlante en el que anuncian que, como situación extraordinaria, el último tren de la vía principal, no va a pasar esta noche debido a un incendio en un vagón.
Al salir de la estación, me entero por televisión, que ese mismo día, en ese instante se están llevando a cabo los últimos minutos de un “partido clásico del fútbol chileno”. Para colmo, eso significaba que, los barristas de “La universidad de Chile” y “Colo-Colo” se tomarían la ciudad dentro de un par de minutos.
El recientemente implementado sistema de transporte metropolitano era un desastre y de ello éramos testigos las 100 personas que nos encontrábamos en las afueras de la ciudad esperando, en pleno invierno, un “algo” que nos llevara a nuestros destinos.
Llamo por teléfono a mi amiga para preguntarle cómo llegar a su casa de alguna otra forma y ella se demora en tomar el mapa de “transantiago”, todo lo que dura el saldo de mi moneda de $100, así que…
Me rehúso a hacer la fila para el taxi y sigo a cuatro chicas que van en busca de una noche de fiesta. Ellas me señalan que debo tomar el mismo autobús que ellas, pero que me una a otro grupo de personas, ya que ellas se bajarán a pocos metros.
Me acerco a un grupo de mujeres, entre ellas una chica joven y un travesti. Les digo que no sé donde bajarme y ni si quiera para dónde voy –pensando, de alguna manera, que ni siquiera sé por qué estoy aquí – y la chica joven me dice que va en la misma dirección que yo, con algunas manzanas de diferencia, que ella me indicará el camino.
Sólo unos minutos de seguridad y una parada más allá de estación central, sube una tropa de barristas de alguno de los equipos que disputaban “el clásico”. Por la puerta de en medio. Sin pagar. Bastó que un barrista del equipo contrario se subiera por la puerta de enfrente, con “todas las de la ley”, para que comenzara una revuelta arriba del autobús, tomándonos por víctimas a todos los que viajábamos a casa.
“Que miray cara e vómito”, “A voh te hablo, que te creís el pulento porque tenis la bip”.
“El todos contra uno” se desató una vez que el chico devolvió la mirada a quienes llamaban su atención, entonces uno del equipo contrario se dirigió hacia adelante, pasando a mis espaldas. En ese momento la chica que me acompañaba tomo de mi brazo. Al voltearme sorprendí al barrista impetuoso, portando un destornillador en su mano, como arma. Sin embargo, no fue más que una amenaza, se dirigió adelante y se devolvió por el mismo camino habiendo amedrentado a su contendor. Al pasar por mi lado y me empujó sin intención, pero amablemente me dijo: “disculpe señorita, no es con uteh la wa’”.
Unos metros más allá, el descontrol al interior del autobús iba aumentando, pero quizás era el único autobús que podría llevarnos a casa en un lapsus de tiempo de unas dos horas… Si no no hubiera entendido por qué todos seguíamos arriba.
De pronto uno de los barristas del grupo dice: “Te cocinaste wuasho” y quiebra una botella de cerveza de 1 litro contra un vidrio y encabeza la manada que irá a golpear al barrista que se encontraba junto al chofer.
Todos los que estábamos al interior del autobús nos juntamos en el medio y comenzamos a empujar para conseguir que la puerta de en medio se abriera y salimos todos disparados a la calle, cada uno por su lado.
Yo pensaba- “que hago aquí, ayer me titulé, mi vida recién está comenzando”
La gente en la calle al vernos correr en todas direcciones, no sabía qué hacer y comenzaron a correr igual que nosotros.
-“no debería estar aquí, no debería estar aquí”
Hasta que siento que a mi lado alguien me cogía del brazo y corría conmigo. La chica joven de la micro me decía:
- “no debería estar aquí PAME, esto no debería estar pasando”
-¿Cómo es que te sabes mi nombre, en qué momento te lo dije?, ¿Cuándo me tomaste por el brazo?- pensé
-Mi papá no sabe que estoy aquí, Pame. Tengo miedo.
-¿Llegamos?- le pregunté
-¿A caso no viste cómo nos bajamos?
- Esperemos el autobús entonces…
Llegamos caminando hasta un paradero de autobuses. Estábamos rodeadas de gente. Por lo menos podríamos defendernos en grupo. Ella me tomó del brazo y luego de que recobramos el aleinto, me dijo- vamos- y comenzó a caminar conmigo detrás, que no entendía mucho la situación
-¿Cómo?, ¿por qué no esperamos el autobús?
-Esta gente lleva horas esperando y de seguro el autobús no pasará.
-¿Y nuestra parada está cerca?
-Cerca de 40 manzanas
Me había titulado el día anterior. Mañana sería mi primer día serio de trabajo. Tenía dos alternativas. Llamar a la versión chilena del 911 y darle la razón a mi padre (“todavía eres una niña”) diciendo : “Señores carabineros estoy perdida en la capital, soy una provinciana de la frontera de Chile con Perú, pero hace cinco años que estoy fuera de casa y no sé andar en Santiago” o… demostrarle a la vida que había crecido.
Así que…
Caminé las 40 cuadras con una completa desconocida, llegando cerca de las 4:00 AM a la casa donde me hospedaría. Yo no sabía quién era ella, ella no sabía quién era yo, pero no existía otra forma de mantenernos a salvo y llegar a nuestros destinos. Luego de despedirnos recordé que nunca le pregunté su nombre.
¿Por qué quiero hacer esta película?...sólo porque me dió la gana