sábado, 28 de abril de 2007

¿Algo que declarar en su defensa?


Seré sincera desde el comienzo… Nunca sé cómo empezar.

En una vida llena de pensamientos e ideas, siempre quise tener claros los conceptos.

Vivimos siempre rodeados de palabras, trascendentales algunas, otras no tanto, sin embargo, en mi obsesiva manía de racionalizar y etiquetar los todos, me esmeré siempre por saber de qué se trataba esto y aquello, con el único fin de estar siempre conciente. Con la cabeza en su lugar.

Es cierto que nunca sé cómo empezar, por eso yo aportaba sólo con los finales. La simbiosis es algo complicado.

¿Las palabras? Las palabras sólo sufrieron las consecuencias de estar siempre en medio de comienzos y finales innumerables.

Y así fue como en mi afán de catalogar, lo único que conservo son sólo recuerdos que apuntan al momento en que, en lugar de ser el ser racional al que postulaba convertirme, perdí la cordura y lo único que encontré a mi lado fueron palabras…

Palabras que no tenían la culpa de nada,
Palabras que utilicé de mala manera,
Palabras nuevas que fueron creadas por capricho y después abandonadas,
Palabras que posteriormente vi morir a falta de un catalizador…

¿Si hay algo más?

Cuidado con lo que desean, porque se puede cumplir.
Y sí, soy culpable.